La Enfermedad de Párkinson Idiopática, también conocido simplemente como Párkinson, es una enfermedad crónica neurodegenerativa que afecta al 0,3% de la población (aproximadamente una de cada 10000 personas), siendo la enfermedad neurodegenerativa más frecuente tras la Enfermedad de Alzheimer. La enfermedad recibe su nombre del médico que la describió por primera vez, el doctor inglés James Parkinson, en 1817.
Los parkinsonismos en general, y la Enfermedad de Párkinson en particular, tienen su origen en la falta o baja actividad de un neurotransmisor fundamental en el cerebro humano, la dopamina, en ciertas estructuras motoras del cerebro implicadas en el movimiento. En función del origen de esta falta de dopamina, el tratamiento, pronóstico y síntomas varían. Existen parkinsonismos debidos a la atrofia de las estructuras que fabrican dopamina, y otros donde el problema radica en la alteración de los receptores de esta. Incluso existen parkinsonismos (en este caso reversibles) debidos a efectos secundarios de medicamentos, como pueden ser los medicamentos para tratar enfermedades mentales como la esquizofrenia, o algunos medicamentos para los vértigos.
Cuando se habla de Párkinson, la mayoría de las veces pensamos en temblor, pero es importante destacar que hasta un 25% de los pacientes con esta enfermedad no tiemblan. En la mayoría de los casos, otros síntomas son tan o más importantes que el temblor, como son la rigidez y la lentitud de movimientos. Otros síntomas físicos frecuentes son la falta de expresión facial, la sialorrea (babeo), pérdida de equilibrio y de postura, alteración al caminar, arrastrar los pies, congelación de la marcha, y otros síntomas motores. Sin embargo, en la Enfermedad de Parkinson existen otros síntomas no físicos que pueden ser más incapacitantes que el temblor o la rigidez, son los denominados “síntomas no motores de la Enfermedad de Parkinson”.